Los santos de la puerta de al lado, con expresión del Papa Francisco, son personajes que con la gracia de Dios luchan por vivir las virtudes humanas en grado extremo, sobre todo la caridad y así contagian la alegría de la Fe. Todos tenemos ejemplos maravillosos a nuestro lado que nos motivan a ser uno de esos santos. En Los Pinos el Padre Florentino Rodríguez nos ha ayudado siempre a buscar esa santidad. A sus 93 años sigue ejerciendo su noble labor de aconsejar espiritualmente, confesar las almas de sus pecados y llevarlas a Dios. Echemos un vistazo a su vida.

¿Quién es el doctor Rodríguez?

Florentino Rodríguez García nació en Oviedo-Asturias el 30 de abril de 1929. Vivió la primera infancia durante los durísimos años de la posguerra española. En su zona, el odio por la iglesia se veía a cada paso con una tremenda agresividad: se sabía de sacerdotes quemados o destripados. Tuvo que estar interno en dos colegios para lograr educarse. Fueron años muy duros para un niño de nueve años, no solo por los métodos violentos que se utilizaban, sino por la soledad y el hambre que se vivía. Con esfuerzo y dedicación estudió Medicina en la especialidad de Psiquiatría. Su contacto con los sanatorios fue una experiencia impactante, pues solo había cinco especialistas para atender a más de mil enfermos en cada uno de ellos. Agradece haber podido apreciar los cambios de los tratamientos de electroshock y encierro por el uso de medicamentos para los casos graves.

BUSCANDO VIVIR LA SANTIDAD, BUSCANDO DAR FELICIDAD

¿Cuándo y cómo conoció el Opus Dei?

Muy joven, mientras estudiaba medicina en Madrid conoció al Opus Dei. La vocación, afirma: es un don de Dios, que llega de forma inesperada, cuando Él lo permite. En su caso particular, alguien le invitó a conocer un centro de la Obra. Dice que le entusiasmó tanto que, en apenas dos semanas, pidió su admisión. Eso sí, reconoce que en su infancia tuvo muy buenas bases religiosas. Estaba familiarizado con el rezo y la misa diaria que le alegraban mucho.

¿Cuáles fueron sus primeros encargos dentro de la obra?

San Josemaría le asignó la misión de viajar a Paraguay, pidiéndole que llevara dinero para dos meses y que allá buscara trabajo. Asunción, su capital, todavía tenía un muy precario desarrollo urbano, por lo que entró a trabajar en una empresa catalana que elaboraba tabaco de exportación. Luego pasó a dirigir una empresa maderera. Así permaneció cinco años, dándole valor a cualquier trabajo hasta que le reconozcan el título de médico. Incluso estuvo en la organización de un instituto de preparación para el ingreso a la universidad. Luego, ejerció su profesión durante 14 años, mientras se preparaba para ser sacerdote. Se ordenó en España y volvió a Paraguay.

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¿Cuándo y por qué vino al Ecuador?

A Ecuador llegó en 1977. Se le asignaron altas responsabilidades como la de Vicario General, en dos oportunidades; sin embargo, su mayor huella ha quedado como capellán del pre kínder del Pinar (1988 – 2019). Allí creó un servicio de dirección espiritual para madres de familia. No le importó que una bodega fría y sin ventilación se convirtiera en su confesionario desde las 9:00 hasta las 13:00 horas. Él estuvo cada jueves armando un semillero de vocaciones entre las familias de los más pequeños. Los vecinos del barrio también se beneficiaron de sus servicios y se multiplicaron para recibir su ayuda. Para evitarles la larga espera para la confesión, promovió la integración de señoras a diversas actividades culinarias y de servicio a la comunidad como el de apoyo a la Asociación de enfermos crónicos terminales ABI, la visita a la cárcel de mujeres o el servicio social en sectores vulnerables como Calacalí.

El tiempo, el cariño, la dedicación y el consuelo recibido de su confesor también era replicado por estas mujeres entre los necesitados y en sus propios hogares de los que han salido muchas vocaciones de numerarios y supernumerarios y la formación de grupos de padres, que el doctor Rodríguez también dirige.  Otras iniciativas con las mujeres han sido los cursos de Biblia que siguen vigentes desde 1997 tanto en Los Pinos como en Albarsa. Como buen pastor acompaña siempre con las meditaciones, la predicación, los sacramentos, especialmente la confesión, que no ha abandonado ni siquiera por el aparatoso accidente que tuvo en Guayaquil y que le costó una fractura de brazo, un mes de rehabilitación para recuperar la motricidad y que todavía tiene secuelas en sus talones.

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¿Qué mensaje nos deja a los que con facilidad perdemos la vocación cristiana cuando enfrentamos momentos difíciles?

Invita a todos a descubrir su vocación de hijos de Dios. En caso de perderla, insiste en que mantengamos la vida de oración y nos propone hablar con Dios familiarmente diciéndole: “Señor, aquí estoy. Estoy en tus manos, tú verás la forma de facilitarme las cosas”. Como él mismo lo experimentó tras su accidente, nos dice que es necesario también llenarse de paciencia y humildad.

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¿Cómo lo ven las señoras que durante años han recibido su apoyo espiritual?

El doctor Rodríguez es un pionero del acompañamiento. Llegó para enseñarnos a preocuparnos por la gente. A pesar de sus enfermedades y dolores él llama, visita, consuela y acompaña siempre a sus familias, porque quiere saber cómo está “su rebaño”. Mientras otros esperan la jubilación, él no se cansa de predicar estas enseñanzas: “Ríete de ti mismo para entregarte a los demás” y “ofrécele a Dios tu dolor”. Nosotros bien podemos decir: si él lo sigue haciendo, sin queja, yo también debo intentarlo.

Tras su accidente, pensamos que no se iba a recuperar, por las secuelas de la ruptura de sus huesos y la quemadura de los talones, pero nos ha demostrado que está ligado a la cruz de Cristo, con paciencia, humildad, mucha oración y templanza para su fisioterapia. Aquí lo tenemos, dirigiendo la Clase de Biblia, las Romerías y la dirección espiritual de tantas personas que queremos seguir de cerquita a Dios tomados del brazo de un gran amigo de Jesucristo.

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Recordemos una anécdota de su niñez: Comentaba que vivía cerca de unas minas de carbón y que a los niños les gustaba jugar por esos lugares. Regresaba tiznado por el carbón desde los pies a la cabeza y su madre inmediatamente lo mandaba a bañarse. Su sensación de estar limpio y peinado se repite cuando después de horas de estar “tiznado” confesando celebra la Eucaristía y siente como un baño de agua tibia lo deja limpio y en paz.

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Demos gracias a Dios por su vida y por las enseñanzas que nos da cada semana.

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Artículo elaborado por Ena Padilla, profesora de Literatura y Lengua.