Las prisas, el deseo de que los niños disfruten de su infancia, el afán de perfeccionismo… llevan a los padres a anticiparse en la satisfacción de las necesidades de sus hijos y a evitarles cualquier contratiempo. El niño necesita sentirse querido y cuidado por sus padres para tener un buen desarrollo emocional. Sin embargo, si se le protege en exceso, se le puede perjudicar más que beneficiar.
No se puede mantener al niño permanentemente en un invernadero, convirtiéndolo en el centro de todas las atenciones y ocultándole de todos los peligros. Los padres tienen que dejarle evolucionar para no entorpecer su desarrollo.

CONSECUENCIAS DE LA SOBREPROTECCIÓN EN LOS NIÑOS

Cómo comienza la sobreprotección
Hay padres que desconocen lo que se le puede exigir al niño y fomentan conductas más infantiles de lo que le corresponde por su edad. En otras ocasiones, no dejan que el niño haga determinadas cosas porque a ellos, evidentemente, les sale mejor y lo hacen en menos tiempo. Otros piensan que es mejor hacerles la vida más fácil y procuran anticiparse a cualquier necesidad y demanda de su hijo antes de que él mismo lo pida. Los hay que prefieren evitar enfrentamientos porque no les resulta fácil mantenerse con firmeza en situaciones estresantes o incluso simplemente porque el niño tiene una cara encantadora que camela

CONSECUENCIAS DE LA SOBREPROTECCIÓN EN LOS NIÑOS

Consecuencias de sobreproteger al niño

Si en lugar de apoyar al niño, sugerirle y guiarle para que aprenda por sí mismo, le imponemos, vigilamos y le damos todo solucionado, lejos de ayudarle a crecer, el niño tendrá un escaso desarrollo de sus habilidades (vestirse, comer…) y adoptará una postura de pasividad y comodidad, ya que interiorizará que sus padres, de los que tendrá una gran dependencia, siempre están dispuestos a ayudarlo. Su autoestima será baja y tendrá poca seguridad en sí mismo, creyéndose incapaz de resolver sus dificultades. Le costará mucho tolerar frustraciones, posponer las gratificaciones y no sabrá valorar lo que tiene.
Rehuirá los problemas en vez de tratar de enfrentarse a ellos y no sabrá cargar con las consecuencias de sus propios actos… En resumen, será una persona inmadura y débil que podrá dejarse llevar con más facilidad por las malas amistades o por el ambiente que le rodea.

Ideas que ayudan a los niños y padres
Si supiéramos lo importante que es para el desarrollo de su personalidad que los niños logren hacer las cosas sin ayuda, les dejaríamos actuar solos en más ocasiones. Cuando el niño nos pida ayuda, lo esencial es darle las sugerencias con las que solucionar el problema él mismo, con sus propios recursos.
Es normal que el niño cometa errores, pero no nos anticipemos para evitar el tropiezo. Lo positivo es hacerle ver que cada vez le van saliendo mejor las cosas. Si se quiere realmente ayudar al niño, hay que preguntarle a él si nos necesita y, en el caso de que reclame nuestra ayuda, conviene averiguar qué es lo que realmente precisa. Hay que tomarse el tiempo necesario para permitir que el niño se desenvuelva solo.
Debemos explicar al niño las razones de nuestras acciones, de modo que pueda actuar por sí solo, aun cuando no haya un adulto a su lado que le indique cómo hacerlo. No le ahorremos sacrificios razonables: el niño puede perfectamente colaborar en tareas domésticas como poner la mesa, hacerse la cama, recoger su cuarto, sacar la basura o aprender a no dar excesiva importancia a una situación de escasez o incomodidad.
Ante un niño tímido, los padres deben procurar que salga más de casa, que abra más su círculo de amistades, que comparta sus cosas, etc, pero no forzándole, sino dándole ideas y predicando con el ejemplo, de lo contrario, con los años puede acabar siendo una persona temerosa, solitaria, arisca o desconfiada. Frente a situaciones que les puedan resultar complicadas, en lugar de evitarlas debemos prepararlos a través del diálogo. Debemos protegerle de los peligros verdaderos, pero sin llegar al extremo de convertirle en una persona débil y temerosa.

Las experiencias de los niños
El niño necesita probar, saborear sus éxitos, tratar de mejorar y alcanzar metas difíciles, competir, superar sus fracasos… y poder entender los sentimientos de los demás. Hay que prepararle para que pueda participar en la sociedad y para ello no hay que disimularle la realidad cotidiana, hay que permitirle que descubra el significado de los triunfos, de las decepciones, de los gozos y de los desconsuelos, propios y ajenos.
Fomenta el sentimiento de triunfo
Si le facilitamos la suficiente confianza en sí mismo para que pueda pensar y sentir por sí solo y le dejamos enfrentarse a las dificultades propias de su edad, podrá extraer recursos y estrategias que le harán sentirse triunfante y le servirán para arreglárselas sin sus padres en un futuro.